Culmina febrero y no es erróneo calificarlo como el mes más singular por las curiosidades que abriga. Su nombre procede de las ‘februas’, unas correas utilizadas en las tumultuosas lupercales romanas en referencia a aquel antiguo festival, donde los adolescentes elegidos como ‘lupercos’ o ‘amigos del lobo’ se reunían en una gruta, para asistir al sacrificio de un macho cabrío y recibir en su frente la sangre del animal.